jueves, 7 de octubre de 2010

Palabra y Vergüenza

Por: Pablo Begnini

Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras
William Shakespeare

El pasado 30 de Septiembre, el país vivió en carne propia uno de los actos mas vergonzosos que se han podido suscitar en la realidad histórica nacional. Fue vergonzosa la actitud policiaca de sublevación en contra de su comandante en jefe y a su vez; fue vergonzoso el jefe al “rebajarse” al nivel de los uniformados y actuar como cualquier forajido frente a ellos, victima y esclavo de sus propias pasiones.
Fue también vergonzosa la ciudadanía, a favor de un acto que tenía muy poco de civil, pues resultaría absurdo afirmar que “el pueblo” se levantó. Pero por supuesto se levantó la oposición, aprovechando vilmente el caos que produjeron los encargados de mantener el orden, acérrimos enemigos del régimen buscaron maneras de expresarse (si es que actos como romper vidrios y tumbar puertas se pueden calificar como “maneras”). Y fue mas que vergonzoso identificar entre el grupo de cafres que irrumpieron violentamente las instalaciones del canal público, a académicos y estudiantes universitarios, a los cuales personalmente no termino de comprender, pues parece ser que para ellos, el concepto de democracia radica en la violenta capacidad de hacerse escuchar, aun por encima de un decreto constitucional y peor aún, rechazando visceralmente la decisión constitucional del primer mandatario de restringir parcialmente las comunicaciones en el país, dado lo delicada de la situación que atravesaba.

Más allá del circo mediático que se formó alrededor de estos acontecimientos, me pregunto ¿Qué hubiese sucedido si canales como Teleamazonas o Ecuavisa hubieran mostrado “la otra cara de la noticia? ¿Era acaso necesario mostrar al país el vergonzoso acto de un numero de opositores gritando: “Que lo maten”? ¿Cuán potable hubiese sido escuchar a María Alejandra Cevallos en otro medio de comunicación ridiculizándose a sí misma y hablando de “derechos” mientras al primer mandatario de la nación lo tenían encerrado y amenazado? ¿Hubiese sido prudente tomar declaraciones de personajes de la oposición mientras que la vida de su enemigo político pendía de un hilo? ¿Acaso eso no hubiera desencadenado un caos mayor de irremediables consecuencias?


Si bien es inegable el derecho inherente del hombre a expresarse libremente, debemos tomar en cuenta que la libertad viene adjunta a la enorme responsabilidad de saber mantenerla y por supuesto, de adquirir las consecuncias que conlleva su ejercicio. El deber de todo ciudadano responsable, es sin duda ser gestor y militante activo de la politica nacional, las exigencias indudablemente deben nacer de nosotros como ciudadanos, pero esto no significa que estamos permitidos de violar a un derecho con otro. La democracia se consolida con mas democracia y nuestro nivel de intervencion termina cuando inicia el del resto de ecuatorianos. Es por ello, que debemos enfocarnos en viabilizar nuestra voz de protesta o inconformidad en medios racionales, democraticos y totelarentes, pues el dialogo y la negociacion consisten mayormante de dos elemntos: hablar y escuchar.


Cabe mencionar tambien que el deber de un gobierno constitucional es garantizar y mantener el estado de derecho en una nación, más allá del tinte político que este tenga. No es entonces antidemocrático salvaguardar la seguridad del gobierno y mucho menos la integridad física de su representante. El error general radica en defender la imagen personal de Correa (cosa que en ningún momento me he propuesto). La democracia la construimos los hombres y mujeres coherentes y lo hacemos con las palabras; no con la fuerza. E incluso esas palabras deben ser medidas y acordes con el primer objetivo general de la política: buscar el bien común. Si bien mis opiniones e inclinaciones políticas se encuentran en las antípodas de las de la Revolución Ciudadana, mi deber como ciudadano es el de respaldar al hombre que fue elegido constitucional y democráticamente por los ecuatorianos. Sin duda fue vergonzoso ver como agonizaba la institucionalidad del Ecuador tras la insubordinación de unos cuantos, que no terminan de comprender que incluso las palabras, tienen una inmensa capacidad de destrucción

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